Obesidad, vitaminas y medicamentos

El Día Mundial de la Obesidad se celebra el 4 de marzo y la Agencia de Salud Pública de Cataluña nos ha recordado que se trata de un problema creciente, tanto por el número de población afectada como por su relación con la aparición o agravamiento de otros problemas de salud crónicos (enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, cánceres, artrosis, gota…). Los aspectos a considerar son muchos. Estudios publicados hace un año indican que los beneficios de la vitamina D, indispensable para el organismo, dependen del peso corporal. En el marco de un amplio estudio, designado como vital, realizado en Estados Unidos, se ha evidenciado que las personas con un elevado índice de masa corporal (IMC), que es una medida de la obesidad, pueden metabolizar de manera diferente esta vitamina. De hecho, ya hay una circunstancia previa: el exceso de peso suele ir asociado a déficit de vitamina D. En consecuencia, sólo las personas con un índice IMC inferior a 25, que es el límite del peso normal, experimentan los efectos beneficiosos esperados, como mejora de la absorción de calcio y de magnesio y una cierta disminución del riesgo de cánceres y trastornos cardiovasculares. También la podemos sintetizar, a partir del colesterol, por efecto del sol. Por lo tanto, es bueno tomarlo con moderación y no abusar de los protectores solares, con la condición de que el exceso de irradiación solar tiene efectos negativos. La deficiencia de esta vitamina es bastante frecuente, especialmente en las personas mayores, y esto hace aumentar el riesgo de las enfermedades mencionadas. Se deben ingerir las cantidades necesarias para cubrir las necesidades reales de cada uno, pero teniendo también muy presente que dosis excesivas tienen efectos negativos, que pueden llegar a ser graves, como también ocurre con otras vitaminas. Un aspecto más de la necesidad de atención médica y sanitaria personalizada.

Este febrero, en la plataforma The Conversation, M.C. Vidal, M.T. Veciana, N. Toro y S. Sánchez, indicaban que el interés por la vitamina D va en aumento porque su déficit se asocia a muchas enfermedades y se da en muchos sectores de población, no sólo en las personas obesas. Actualmente sabemos que afecta al sistema inmunológico (defensas del organismo) y está relacionado con un peor pronóstico de la covid. Debemos comer fuentes de vitamina D, que se encuentra sobre todo en las grasas animales, como pescado azul, hígado, huevos, lácteos no desnatados, margarinas y productos enriquecidos. La obesidad también afecta a otras vitaminas. Se ha observado que mujeres con sobrepeso y obesas, aunque ingieran la cantidad recomendada de vitamina A, son deficitarias, y hay que corregirlo con cuidado, porque dosis excesivas también tienen efectos negativos. Recordemos, una vez más, la importancia de la dosis adecuada, ni demasiado ni demasiado poco, y que “más no siempre es mejor”.

La obesidad también influye en los efectos de muchos medicamentos. Un estudio reciente realizado con la digoxina (fármaco para tratar determinados trastornos cardiovasculares) en obesos sometidos a regímenes dietéticos estrictos o a tratamiento quirúrgico, observó que no había diferencias muy relevantes, pero que los obesos lo eliminaban más rápidamente. Por ello, teniendo presente el riesgo más alto de esta población de desarrollar enfermedades infecciosas y otras, y la importancia de ajustar las dosis de fármacos, se insiste cada vez más en incluir personas obesas en los ensayos clínicos previos a la autorización de nuevos medicamentos, para poder adaptar mejor las dosis a cada caso.

La Federación Mundial de la Obesidad, en un artículo en la revista Lancet de este enero, predice que más de mil millones de personas estarán afectadas de obesidad hacia 2030, con las consiguientes bajas por enfermedad, incapacidad a largo plazo y jubilaciones prematuras, así como con repercusiones económicas y sociales negativas, si no se toman medidas y se aplican. Se debe contrarrestar la proliferación de alimentos y bebidas baratos y poco saludables, incrementar la actividad física y limitar la oferta de alimentos demasiado calóricos. Esto también forma parte de lo que es la obequidad, o tratamiento equitativo de los obesos.

Como ha recogido Isidre Puig-Boada en el libro El pensamiento de Gaudí, el ilustre arquitecto, con una rotundidad que quizás ahora no manifestaríamos, afirma: “Quienes comen más de lo necesario son unos llena-cloacas que malversan sus energías y comprometen la salud; hay que comer para vivir y no vivir para comer.” La obesidad es un trastorno de causas y consecuencias diversas, que no siempre dependen de los afectados, pero comer con racionalidad y moderación, y tener unos buenos estilos de vida, que incluyan una razonable actividad física, es muy importante.

Abel Mariné – Profesor emérito de Nutrición y Bromatología. UB

El Punt Avui

25/03/2024

Fundación Triptolemos